Ya llegados a Corea del Sur, muchos empiezan a denunciar la grave violación de derechos humanos en Corea del Norte. Todos han visto con sus propios ojos como la gente se caía cada día al suelo y ya no volvía a levantarse nunca más. Han visto morir a sus padres, a sus hijos, a sus parientes a pocos metros de distancia sin poder tener el derecho a un entierro digno. Cuando se abren debates en distintos sitios (sedes de las asociaciones o universidades) para discutir la situación actual norcoreana, resulta que el grado de interés de la población surcoreana hacia estos temas es bastante decepcionante. Muchos reaccionan sólo en tiempo parcial pero de manera feroz, cuando la militancia del país de arriba ha bombardeado algún territorio surcoreano. Las sufridoras vidas cotidianas parecen estar en segundo plano.
Cuando una desertora norcoreana empieza a contar sobre la existencia de los campos de concentración en la ciudad donde vivió, no puede esconder su cara apenada y decepcionada. Sólo algunos interesados o periodistas han podido seguirla. Muchos de los surcoreanos creen que lo que está pasando en Corea del Norte es totalmente inverosímil. Es decir, la magnitud de la violencia extrema del régimen, para muchos, no es creíble. Sin embargo, cuando los ex-desertores cuentan la situación norcoreana en países europeos o en Estados Unidos, sus peticiones son muy seguidas, que los mismos gobiernos se encargan en denunciar aquella grave situación. También cabe añadir el factor desinterés por parte de los surcoreanos ya que muchos andan "ocupados" con sus trabajos y sus esfuerzos por entender no son prósperos. Pero los contadores de la realidad norcoreana siguen haciendo cada día un esfuerzo extraordinario e intentan convencer a cada una de la gente a través de la conversación en la calle o gracias a Internet y las redes sociales.
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