Dicen que los niños y los ebrios son los únicos que saben decir la verdad. Aquellas personas, frustrados de todo lo que les rodea alrededor de sus vidas, se refugian en el alcohol para desahogar y decir a sus compañeros de mesa todo lo que sienten desde lo más profundo de sus almas. En Corea del Norte, al no existir la libertad de expresión, criticar algo tan cotidiano como el funcionamiento del reparto de alimentos puede tener consecuencias que puede cambiar la vida de una persona radicalmente. Aunque son muchos quienes quejan de la mala gestión del régimen, nadie puede hablar de esto en todas las zonas excepto en sus hogares delante de gente de confianza. Hacerse el mudo es, quizás, la mejor opción.
Un hombre, hundido por la muerte de su esposa, bebió unas cuantas copas dijo a su amigo que mal estaba organizado todo en este país y que lo única que quería es que su esposa no muriera por desnutrición. Inmediatamente unos hombres le llevaron a un no se donde y en pocos días, fue acusado como traidor de la patria. Fue humillado y maltratado físicamente por los militares y finalmente, fue enviado al campo de concentración. Desde entonces, nadie supo de la existencia del hombre y su familia está en el punto de mira de manera constante por las autoridades. Al no estar permitido las visitas, muchos añoran su presencia. Muchos dicen adiós aunque no lo quieran. Una expresión de sinceridad está acabando con las familias que alguna vez fueron bienaventurados.
Nota: Las expresiones más utilizadas por los quejicosos del régimen son: "estos cerdos asquerosos están hundiendo el país", "cerdos crueles" o "en nuestro país, existen tres cerdos que no hace nada por solucionar los problemas".
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