Después de la Guerra de Corea, millones de familias tuvieron que decir un "hasta luego" con la promesa de que pronto se verían las caras y vivir juntos para siempre. Aquella promesa no se pudo llevar a cabo y hasta ahora, los perseverantes añoran escuchar noticias de sus seres queridos: hermanos/as, hijos/as, padres/as, cónyuges mediante cartas o por vía telefónica. Estando pegado en la misma península la comunicación era prácticamente imposible y sigue siéndolo. Para muchos, ya convertidos en ancianos, el último deseo sería dar un gran beso o un gran abrazo a sus familiares distanciados.
Gracias a unos acuerdos por ambas Coreas fijados en los años anteriores con el fin de establecer la estabilidad y la posible paz, se inició una serie de encuentros entre las familias divididas, respaldadas por la Cruz Roja Coreana. Las solicitudes fueron decenas de miles pero sólo muy pocos afortunados podían acercarse a sus seres. Durante varios días, la sala del encuentro fue abarrotado por los sonidos de alegría que guardaban durante mucho tiempo desde sus corazones y los lloros de espera se escuchaban en cada rincón del salón del hotel. Los afortunados abrazaban, bailaban, cantaban hasta el amanecer y parecían no estar cansados.
Aún así, son muchos quienes todavía esperan una noticia. Casi se acerca los sesenta años desde que se dividió oficialmente Corea. Muchos quieren una pronta reunificación de ambos países y creen que sucederá en muy poco tiempo. Un zapato negro, un pañuelo de color verde, un par de gafas, un bolígrafo, un libro. Son pequeñas cosas que llevan guardando en el cajón para que cuando llegue el gran día, regalárselo a su familiar o a su querido/a. Muchos son quienes llevan ensayando aquella frase mágica que deja maravillado emocionalmente a cualquier ser humano: ¡Te quiero mucho, ven conmigo!
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