Los habitantes norcoreanos piensan que China es un país lleno de estupefacciones y donde sus preocupaciones son escuchadas y solucionadas. Y así, cada año, miles de norcoreanos cruzan la frontera poniendo en riesgo su vida y la de sus familias. Una vez llegada al territorio chino descubren que aquel paraíso propagandístico que hizo el régimen norcoreano y sus amistades más cercanos resulta ser falso. Saben con la convivencia y con el testimonio de miles de desplazados norcoreanos que no es un lugar que habían imaginado.
Para ellos, al ver morir a sus hijos, sus nietos, sus abuelos, sus hermanos, sus cónyuges, China era la única opción para poner estabilidad en sus vidas. Pero una vez llegado, sus conceptos de estabilidad se borran completamente pero algunos no plantean vivir ahí. Sólo viajan en un corto plazo para conseguir comida suficiente y medicamentos que no existen en Corea del Norte para luego volver. Pero una vez llegado a China, una persona norcoreana tiene el máximo riesgo de caer en la red de las mafias de la prostitución, de violencia y discriminación. Son pocos los individuos quienes estrechan sus manos a los recién llegados, pero en la mayoría de los casos estas personas inofensivas se convierten en la víctima perfecta de los comerciantes y de las mafias locales. No se sabe que habrá sido de aquellos miles de desplazados. Nadie sabe noticia alguna de aquellas personas. Su presencia sólo se puede ver en escasos imágenes. O ni siquiera eso.
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