Los cuatro traficantes de droga norcoreanos, en su momento de detención por la policía australiana. Fue en 2003.
La misión de estos comerciantes de sustancias prohibidas disfrazado de marineros era introducir heroína en el Sur de Asia y en el continente oceánico. Los cuatro integrantes del cometido cogieron como prestado un barco, propiedad de régimen norcoreano, y recorrieron las aguas internacionales. Al conocer las consecuencias (pena capital) que podrían enfrentarse en caso de ser descubiertos con cincuenta kilos de dicha sustancia en países asiáticos pegados al continente, trataron de llegar a puertos diminutos de la costa australiana y maniobrar de forma triunfal la encomienda.
Pero la eficacia de la fuerzas de seguridad del país fueron suficientes para que fueran detenidos inmediatamente y trasladados en una prisión de Melbourne. Tres años después, se celebró un juicio penal acusados por tráfico de drogas y contra la salud pública pero fueron absueltos por falta de pruebas. Ellos celebraron bendiciendo al líder norcoreano Kim Jong-Il por "acompañarles" a sus lados. A pesar de ser exculpados de sus actos, fueron deportados pocos días después. La cabeza del grupo, apellidado Song, antes de hacer escala en Singapur para llegar a Pyongyang, decía: "Estamos muy felices por poder volver a Corea del Norte después de estos años...". Orgullosos y sin ningún signo de arrepentimiento en sus caras.
Ya había pasado casi diez años desde aquel suceso. Existen rumores de que fueron recibidos malamente por los dirigentes del país. No por sus actos sino por el descuido del plan y por no haber traído beneficios económicos acordados al régimen. Disgustados por el fallo humano, posiblemente habrían dirigido a ser enviados a campos de concentración y sus nombres se habrían quedado en el olvido, incluso para sus familiares. Song había dicho a los periodistas australianos justo antes de abandonar el aeropuerto: "...aunque no sabremos que nos puede pasar ahí...". Él y sus compañeros ya intuían cual sería la siguiente etapa de sus vidas, aunque no les gustasen.
2 comentarios:
Hombre, tanto como titulas el texto como "inocentes" te has pasado. Podemos hablar de víctimas de un sistema opresivo y malo. Pero utilizar el término unocentes de mercenarios, es un reduccionismo intolerable.
Me imagino que la acepción que buscabas en la traducción era otra... O entramos en un relativismo inadmisible. Y si hay relativismo, todo es igual, y bien y mal no existen. Y por lo tanto no se puede defender la libertad y el bien de la perdona, frente a una dictadura comunista, represora, que viola los derechos humanos y destruye a su población.
Cuidado! Porque en el lenguaje nos jugamos mucho.
Tienes razón respecto al título que he puesto (acabo de añadir entrecomilladas para evitar la mala jugada del lenguaje). Aunque hayan hecho por obligación, también hay que considerar que son culpables de forma parcial. Pero por otra parte se piensa, si hubiesen rechazado, que habrían sido de estas cuatro personas...
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