Él, un hombre de unos 40 años, trabajaba en el sector de metal de la ciudad de Musan. La falta de control diario en las instalaciones hizo estallar una explosión. No hubo víctimas mortales pero los daños estructurales de la ubicación han sido enormes. El complejo se convirtió en un lugar fantasma y restringió la entrada a trabajadores y curiosos. Él había cogido ciertos materiales dañados para poder intercambiar con comidas hecho en China. El atraso de entrega de salarios a los empleados había hecho aumentar el índice de robo de materiales destruidos por la explosión pese a la prohibición de las fuerzas de seguridad del régimen.
Al no haber más materiales para coger y trocar, él había empezado a vender cigarrillos. Sus expectaciones económicas no llegaron al mínimo deseado. Vio como sus padres desaparecían por diversas enfermedades y su mujer sigue enferma con complicaciones en el corazón. Decidió marchar con la familia a China al ver a sus hijos desnutridos. "Es difícil ver a tus hijos pidiendo bol de arroz y que tú no puedas decir absolutamente nada. No sé cual es peor. Estar callado o mentir". Siguen residiendo en la zona norte de China. No descartan ir a Corea del Sur pero él prefiere buscar primero un empleo para satisfacer las necesidades más urgentes de la familia: buscar un buen médico para su mujer y comida para sus hijos.
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