Kilómetros imparables de alambres llenos de espinas metálicas y de alto voltaje de electricidad es el mayor reto y el último obstáculo de los comerciantes que quieren tratar de vender sus productos sin ser descubiertos por los militares. La zona de Rason es la parte donde una de las mayores actividades económicas hay en todo Corea del Norte y para transitar a la otra parte hay que ir al condado de Eun-Deok situada en la provincia de Hamkyung-Norte. Pero también la vigilancia es continua de día y de noche y los despistes espontáneos de los vigilantes son los momentos perfectos para los comerciantes norcoreanos de atravesar la frontera.
Para evitar el férreo control y al no tener suficiente dinero para sobornar a los vigilantes (que puede ser desde una cajetilla de tabaco hasta 2,000 wons dependiendo de la zona), muchos abogan por saltar aquellos elevados bloques metálicos con la ayuda de un palo de madera o simplemente desafiando la fuerza de gravedad. La probabilidad de saltar con seguridad es mínima, pero la desesperación hace olvidar a los comerciantes de las posibles consecuencias que les pueden costar la vida. Muchos fueron carbonizados al recibir más de 3,300V de alta tensión eléctrica. Cientos de cadáveres fueron abandonados cada día por estas zonas sin que sean llevadas a sus familiares.
La entrada a la ciudad de Rason o su posterior salida es prácticamente imposible sin un documento que certifica el permiso de circulación. Muchos son comerciantes que acaban de entrar en un mundo tan competitivo como ésta para intentar mantenerse vivo y tratar de hacerlo con sus familias también. El exhausto control por parte del régimen y la desesperación de los comerciantes hace que sólo produzcan víctimas mortales cerca de las zonas fronterizas sin poder decir un último adiós a sus cónyuges, a sus progenitores o a sus descendientes.
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