Durante esta semana, la sociedad surcoreana estaba consternada de la noticia de un refugiado norcoreano que intentó regresar a Corea del Norte llevando información personal de unos 20 desertores que residían en Corea del Sur con el fin de delatar al régimen norcoreano poniendo en peligro la vida de sus familiares. Al parecer el hombre, de unos 20 años, que escapó del país en 2010, no pudo adaptarse rápidamente al estilo de vida surcoreana. Pero antes de tomar el avión a China para luego ir a Corea del Norte fue detenido por el servicio de inteligencia y entregado a las instituciones judiciales a la espera de condena en prisión.
Aunque casi la inmensa mayoría consiguieron tener la ansiada libertad después de saltar varios obstáculos a lo largo de sus recorridos, unos pocos son reacios a aceptar rápidamente aquella sociedad donde no existe el culto a la personalidad. Según unas entrevistas realizadas a los norcoreanos que residen en Corea del Sur, tardan aproximadamente dos años para entender completamente la situación y asimilar el estilo de vida que en su "nuevo" país fluye demasiado rápido. Cabe notar la desatención de la sociedad surcoreana sobre la problemática de los derechos humanos en Corea del Norte y aquel prejuicio que distancia hacia esa relación cálida y comprensible entre ambas partes.
Para que se evite otro escándalo como esto, el gobierno de Corea del Sur debe de reforzar aún más para atender a los norcoreanos. Es decir, dar una atención psicológica y especializada para que ellos mismos puedan afrontar en una sociedad que hasta ahora fue desconocida. El camino no es fácil. Pero quizá la mejor forma para establecer la estabilidad deseada en la península sería la bienvenida amable de la ciudadanía para que ellos puedan adaptarse de la forma más rápida posible.
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