Había un hombre corriente que fue asesinado por los guardias al realizar una llamada telefónica internacional. Era un encargado de una fábrica y por ese acto, fue humillado en un estadio donde cabían decenas de miles de personas y luego, fusilado. Las estadísticas nos dan pésimas noticias. Corea del Norte, junto a China, Irán, Yemen y Estados Unidos, se ha convertido en países con más casos de pena de muerte. 60 personas. Desconocemos sus circunstancias pero la mayoría habrían sido inocentes. Los delitos que no están castigados con la máxima pena también pueden ser traducidos a los asesinatos, según los caprichos del régimen.
Aunque los datos oficiales nos dan esos números, aquellas personas que caen por las enfermedades o la debilidad hacen disparar las estimaciones aproximadas pudiendo llegar a miles de personas. Los derechos no existen para los encarcelados. No son permitidas las visitas familiares. No existe el perdón. Desde que Kim Jong-eun llegó al poder y que durante su mandato, obligó la detención de aquellos que se escapan del país y su desaparición inmediata, el recuento de los fallecidos se podría aumentar de forma galopante. Aquellos cuerpos ya desaparecidos no descansarán en paz, hasta que los máximos responsables sean juzgados y condenados de sus actos más macabros.
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