Aquí ven a los altos cargos mirando hacia un lado. Sólo hay un motivo. Observar la presencia de su máximo dirigente del país, Kim Jong-un. Quizá es uno de múltiples protocolos que tienen que cumplir cuando el joven recién nombrado líder pase por aquellos paseos con previo aviso. Que habrán hecho para aspirar hacia lo más alto de su carrera militar. Puede ser que algunos hayan realizado durante largos años un esfuerzo humano abrumador haciendo compromiso hacia la ideología socialista, cumpliendo aquella idoneidad física y psicológica, y que haya recibido el cariño de sus compañeros con su labor constante.
Hablando así, parece que la vida es bastante justa con los que se apoyan al empeño y no con los que confían únicamente en la suerte. Pero esa cantidad es mínima. A pesar de que el servicio militar obligatorio afecta a todos los hombres, los que son familiares y amigos de los más influyentes en esa pequeña esfera del régimen norcoreano están llamados al progreso en el cuerpo militar. Esos hombres que compartieron familiaridad con la familia Kim antes de formar Corea del Norte, llevaron décadas después honores y burbujas de bienestar pudiendo ver como sus vidas cambiaban de forma bastante acelerada.
Pero aparece otro modo de conseguir el ascenso en el círculo militar. Incesando a sus superiores con billetes, obsequios de precios prohibitivos como marcas de alcohol de origen europeo (especialmente francés) o automóviles de alta gama, también de alta gama, u ofreciendo a mujeres jóvenes. En público, dichas prácticas son enseñadas como algo totalmente antirreglamentarias pero los que adiestran son los que se atreven jugar con la perversidad en privado. La incoherencia ocurre en todos los sitios pero mirando esto, en Corea del Norte parece que la inmoralidad haya encontrado, desgraciadamente, su sitio conveniente.
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