Ellos cuentan que cuando salieron de Corea del Norte tuvieron la mala de suerte de ser descubiertos y enviados de vuelta al país. Fueron torturados y nunca olvidan esos momentos aterradores. Casi tocaron la muerte pero lograron sobrevivir y a pesar de estar débiles, preparan a salir de aquellos centros penitenciarios donde los derechos humanos no existen gracias a sus familiares que tuvieron que sobornar a los funcionarios vendiendo cualquier cosa, incluso la casa. Sin tener un sitio para dormir, consiguen afincarse en casa de algún familiar pero ellos aún piensan en como salir del país.
China sigue siendo el destino final de los que quieren marcharse del país pero el miedo les persigue. ¿Que será de nosotros si nos cogen otra vez? ¿Nos matarán? ¿Tendremos que enfrentar otra vez a la tortura? Confían en la suerte y reciben unos obsequios incómodos de sus padres. Unas pequeñas pastillas venenosas que sirven para matar ratas y unas agujas. Dicen con la voz temblorosa. Si os cogen, por favor. Tragad eso. Aunque por favor, pensadlo antes de hacer. Quiero que lo hagáis como una última opción. Espero que no tengáis que ingerir eso y que nos deis una buena noticia.
Y la despedida. Abrazos que no quieren soltarse y lágrimas que no paran de salir. Son miles de personas que esperan la oportunidad de cruzar el río Tumen y esconderse en las montañas de China. Siguen guardando en el bolsillo los venenos y agujas esperando tirar a la basura en algún momento. Cuando digan por fin que están seguros y que hayan acariciado la libertad.
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