Masticar serpientes o ratas crudas es un privilegio entristecedor para los miles de encarcelados en gulags expandidos por todo Corea del Norte. La inocencia jamás puede ser probada y muchos fueron frutos del malentendido y y de las falsas acusaciones. La simple enemistad con la vecindad puede que la vida de los norcoreanos esté a un paso del encarcelamiento imperecedero. "Conocí a un encantador obrero. Era joven y fuerte. Era buen hombre pero un día, una simple discusión con el entorno provocó falsas acusaciones contra él. Habían dicho a los guardianes que era un traidor de la patria y que intentó cruzar la frontera varias vences. Aquel joven fue llevado inmediatamente al campo de concentración. Sus músculos fueron desgastados y ahora es un hombre frágil que sólo pesa cuarenta kilos. Si consigue cazar ratas o serpientes cada día puede, al menos, sobrevivir un mes. Es lamentable todo esto".
El tiempo sigue pasando y miles de víctimas del malentendido sobre a base a maíz que proporciona diariamente y por la noche se dedican a cazar anfibios. No les importa si las serpientes son venenosas. Quiere saborear lo comestible y si el veneno penetra en sus cuerpos, maldicen al régimen y prefieren bailar con la muerte. Cuando la masa muscular se desciende vertiginosamente, ellos perciben que acercan el otro enemigo, el frío invernal. Muchos se protegen solamente de sus uniformes. Creen que el abrazo en los campos de concentración es muy necesario. Antes de ver la muerte prefieren hacer un pequeño homenaje al cariño y a la ternura. Y dicen: "Ahora si que puedo morir tranquilo".
Una de las imágenes que dieron la vuelta al mundo que retrata el entorno más crudo de los campos de concentración de Corea del Norte.
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