Fue durante los años setenta cuando la élite política norcoreana empezó a mandar a sus hijos a Alemania Oriental para que pudiera extender sus estudios que carecían en su país con el fin de poder aportar al desarrollo industrial posteriormente en Corea del Norte. Se establecían en Berlín vigilados por la embajada norcoreana y cualquier movimiento que fuera algo extraño con el socialismo era castigado con ser reeducados bajo dicha ideología. Una y otra vez. Preguntaban los estudiantes norcoreanos a compañeros de otras nacionalidades si conocía a Kim Il-Sung. Ante una respuesta negativa, las peleas surgieron porque en Corea del Norte le había enseñado que Kim era un gobernante reconocido a nivel mundial y el hecho de no saberlo suponía un insulto a su líder.
Pero como pasa a todos aquellos que habían estado en países terceros, con el tiempo, uno se suele acostumbrar a los cambios culturales del país residente y efectivamente, ocurrió también con los norcoreanos durante aquella década. Aunque vivían en un país que compartía la misma ideología, los movimientos cotidianos alemanes eran distintos al norcoreano y eso supuso un inicio de preocupación para la élite porque podía tambalear el Juche. Unos pasaban desapercibidos a esos toques de atención y otros fueron inmediatamente llamados a Pyongyang para que recibieran un agobiante tormento psicológico durante un largo plazo. Los más graves eran inmediatamente enviados a los campos de trabajos forzosos para que pudieran ver la muerte cercanamente.
Y también existían otros grupos de personas que los medios surcoreanos discutían a menudo durante aquella época. Los engañados que caían en la trampa del falso bienestar que existía en el paraíso llamado Corea del Norte. Muchos, entusiasmados, hacían la maleta e iban con todos los miembros de su familia hasta que cuando aterrizaron a Pyongyang vieron una realidad totalmente distinta. Lo que prometía el régimen de Kim Il-Sung no había. Entonces con el tiempo, algunos consiguieron escaparse para volver a sus países de origen dejando a sus familiares en Corea del Norte que luego fueron encarcelados y otros que aún en la actualidad siguen residiendo ahí haciendo labores distintas para el régimen.
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