Se acercaba el día y junto con los compañeros, familiares y amigos suyos les tocaba inclinarse hacia la estatua del líder. Alrededor del líder coloreado en atezado de forma cuidadosa no se presenciaba ningún tipo de mancha o suciedades. Impecable y perpendicular. Todos los inclinados mostraban cortesía ante aquella estatua, pero ¿cuántos realmente? Se entremezclan personas que lo hacen por miedo y obligación y otros, por simple admiración por el caudillo que nunca lo vieron en persona.
Recientemente, el servicio de inteligencia de Corea del Sur presenció vía satélite unas estatuas nuevas en territorios que antes eran vírgenes de las huellas de los habitantes residentes. La evidencia parece ser aplastante. Son estatuas que homenajean al líder desparecido hace menos de un año. La decepción no tarda en salir en boca de todos. ¿Como puede ser que pongan trozos gigantes de bronce cuando mi vecino está a punto de morir por no comer lo suficiente? Todos preguntan de donde habrá salido el dinero para la elaboración e implantación de aquellas estatuas.
Se inclinan y lanzan heroicamente rosas en los nacimientos de ambos líderes existentes en Corea del Norte y lloran con nostalgia en los días de sus desapariciones. Aún conservan aquel rito que es el continuo resultado de la imposición del terror en Corea del Norte que desde el mundo donde funciona la democracia es difícil de comprender. Si la base del comunismo es la igualdad, no sabemos si este acto puede ser aceptado. Esta misma pregunta estará haciendo los que viven dentro del territorio norcoreano a diario.
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