La tensión era inminente y era única manera de poder salvar el país era luchando contra los paisanos enemigos. Aquellos niños soldados, ya convertidos en ancianos, recuerdan aquel día que sin asignación alguna del ejército oficial, levantaron las escopetas para enfrentar en un territorio vibrante por el salvajismo de la guerra. "Te matarán si expresas el miedo, haz como que no estás asustado. Demuéstrales lo fuerte que eres". El trato a los niños reservas no era lo mismo que a los soldados oficiales designados por el gobierno. Se les consideraba como luchadores de segunda clase y en cada campamento, además de la vigilancia nocturna diaria, los trabajos domésticos corrían a cargo de ellos. Los estudiantes, aquellos jóvenes que se ilusionaban en aprender más cosas de la vida, no tenían más remedio que seguir el frenético ritmo de la contienda.
29597. Es el número exacto de los jóvenes soldados que después de 62 años se han convertido en personas de pieles arrebujadas que presenciaron como sus amigos morían delante de sus ojos inofensivos. Nos cuentan que después de la guerra tuvieron problemas para aprender las lecciones de los libros. El complejo psicológico generado por la guerra les bloqueaba a estudiar y a tener una vida corriente. Muchos habían pensado que el trauma podía ser algo pasajero pero con el transcurso de los años, no paraban de tener efectos adversos y gritaban con lágrimas para que esto se curara. "Oh, que alguien me ayude por favor, estoy enfermo. Muy enfermo. No se que me está pasando".
Las historias particulares de los niños reservas están siendo cada vez más olvidadas en la sociedad coreana. Pequeños homenajes que se celebran anualmente no es suficiente para rememorar los grandes esfuerzos que hicieron para defender de los contrarios. Sus manos están siendo cada vez más delicadas que secan las lágrimas con mucho miramiento. "No pido nada de otro mundo. Sólo quiero que se recuerden de nosotros y que ustedes son libres ahora porque hemos luchado viendo como nuestros amigos perdían algo tan valioso como la vida. Necesitan escuchar nuestras historias. Cuando las escuchen comprenderán muchas cosas. Espero que ustedes jamás puedan llevar una arma o ir a una guerra".
Nota: Además de los hombres, las mujeres, todas ellas jóvenes, tuvieron que ser partícipes en la Guerra de Corea.
Ya son muchos los niños reservas, convertidos en ancianos, quienes recuerdan lo que pasó durante aquellos momentos. Apellidos como Kim, Park, Moon, Noh o Kwon están grabados en una roca que les hace un homenaje.
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