Aunque quieran, no pueden. Mantener una conversación común o incluso saludar con un encantador "¡Hola!" a aquellos que vienen del sur puede generar inquietud y miradas susceptibles. El ambiente del trabajo está dominado bajo el lema invisible pero cultivado "Aquí se viene a trabajar en silencio y está totalmente prohibido hablar con los colaboradores sureños". Aunque en las fábricas de Kaesong no existen teléfonos o faxes por miedo a que se relaten la realidad norcoreana más allá de la capital, en sus rostros, se reflejan inmensas ganas de formar parte de establecer coloquios y conocer noticias. Preguntarían si de verdad en Corea del Sur, muchos malviven entre contenedores de basura como decía repetidamente el régimen.
Con el fin de mantener las fábricas de forma pacífica, se han establecido un código de conducta bastante cautivador por ambas partes. La superioridad no puede ser demostrada por ambos países, sino mediante acuerdos y toma de decisiones conjunta a través del diálogo. No obstante, este código está siendo amenazado por el desmesurado control de los dirigentes norcoreanos en Kaesong. Sus trabajadores son, en ocasiones, intimidados. Por ejemplo, ir al lavabo o la hora de la comida tiene que ser bajo vigilancia. Y la entrada constante de los comerciantes surcoreanos hizo que el régimen tomara medidas drásticas como sesiones diarias exhaustivas (las 24 horas del día) de "ideología socialista". La no inclusión de la ideología Juche en las canciones y noticias es motivo de investigación inmediata. Si eres surcoreano, te valdría la expulsión. Si eres norcoreano, posiblemente tu propia desaparición.
Aunque los/as trabajadores/as son eternamente agradecidos por sus oficios, ansían saber sucesos más allá de su territorio. Qué hacen. Como viven. Si son felices. Si pueden saludar libremente a los forasteros.
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