Cuando se habló por primera vez entre los altos mandatarios de Australia, Unión Europea, Japón, Estados Unidos y Corea del Sur sobre la importancia de debatir sobre la grave situación de derechos humanos en Corea del Norte en un hotel de Nueva York, esto hizo que los funcionarios del régimen norcoreano ante Naciones Unidas mostraran su disconformidad sobre el avance de la investigación cuyo informe definitivo salió hace algunos meses y que, de alguna manera, esa noticia logró captar la atención de la comunidad internacional. Ya dijo que ellos harían su propia comisión de investigación en relación con la situación de derechos humanos en su país para contrarrestar el interés generado de manera repentina.
Los medios oficiales de Corea del Norte como la de "Uriminzokkiri", una web que se utiliza para contar la "verdad" norcoreana, no han tardado de demonizar durante esos días a sus países enemigos. Y seguían disparando el mismo discurso que los estudiosos estaban acostumbrados a oír. "Sois unos manipuladores y los que atrevan a maldecir a nuestro socialismo y a nuestro líder, serán castigados con la máxima pena posible". Lo que no cuentan ellos es que son los primeros individuos que buscan la buena vida (o quizá, muy confortable) del capitalismo pero que delante de las cámaras se manifiestan en contra de lo que ellos realmente practican a nivel personal.
Los incoherentes suelen mostrar estos tipos de comportamientos. Y no lo digo yo sino que la historia reciente nos las ha mostrado. Si me toca preguntarles sin restricción alguna les daría consejo. Que no se encasillen de los pensamientos que no pertenecen realmente. Que la verdad siempre suele ganar la partida final. En la mayoría de los casos. Los incoherentes se ponen demasiado nerviosos cuando sus mentiras salen a la luz y ante las acciones correctas de los justicieros que van contra ellos. Estos días serán muy largos para ellos. Tratan de sobrevivir en aquel mundo encasillado elaborando estrategias pero en este caso, las opciones se reducen y algún día cercano dirán esa última frase de los derrotados: "Me rindo, ¿negociamos?".
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