Seguramente en la agenda del Congreso Anual del Partido Comunista no estaba incluido debatir la agónica situación que está pasando los desertores norcoreanos en el país. No existen datos exactos del número de personas que vienen de Corea del Norte pero las estimaciones dicen que podrían rondar los 250.000 a 300.000. La mayoría están concentrados en el noreste de China, otros encarcelados con el fin de ser deportados por la autoridad china a su país y los demás yéndose a países terceros vecinos para estar en Corea del Sur, Europa o Estados Unidos. Para China, lo más importante es tratar de reducir el descontento social que ha generado recientemente e igualar la brecha económica y en cierto modo, raciales que hay entre diversas clases y etnias.
Hasta el pasado siglo, era inevitable el rompimiento de relaciones de hermandad ideológica entre los dos países. Pero dicho nexo empieza a tambalearse cuando los ensayos nucleares promovidos por el régimen norcoreano fueron visibles en todo el mundo. Las ayudas chinas, económicas especialmente, poco a poco van reduciendo y esto ha obligado a Corea del Norte a negociar para no romper dicha relación ya que eso supone el último recurso de supervivencia. Sería un día histórico cuando anuncien que China fracture por completo sus relaciones con el régimen norcoreano. Y que anuncie que la deportación de los desertores no se producirá a partir de ese momento. Kim Jong-Eun temblaría ante esa posible reacción del país rojo. Porque eso supondría la caída de su nación y que muy posiblemente tendrán que huir con su familia consintiendo el control del mando de su territorio a Corea del Sur.
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