En la década de los setenta, Kim Il-Sung dio la orden de construir un campo de concentración en la zona de Jeong-Pyong, situado en la provincia de Hamkyung-Sur para encarcelar a todos los hombres norcoreanos que no superaban la estatura estándar que establecía en Corea del Norte. Su intención de construir una nación "impecable" hizo desaparecer a personas que a los ojos del régimen, eran considerados como animales. No existen datos estadísticos de cuantas personas han sido desaparecidas durante aquella persecución hacia aquellos individuos inocentes.
En aquel campo específico, entraban además los descendientes de los encarcelados sin importar la edad y aquellos niños fueron obligados a realizar trabajos forzados y meses después morían por agotamiento físico extremo y hambre. Solamente por las noches podían estar reunidos en celdas diminutas esperando que cada día no sea el día de su muerte. Antes de entrar al centro, a todos los hombres se le realización vasectomía para que no pudieran tener más hijos en adelante. Sus labores que se realizaban a diario eran cultivos de distintas verduras pero las horas de trabajo eran interminables y cada día acababan exhaustos.
Según el refugiado que contó esta parte de la realidad norcoreana, escondido bajo el ficticio apellido Ri, dicho campo de concentración desapareció. No porque al régimen le hubiera cambiado su decisión errónea de forma repentina sino para asesinar de forma impune a todos los que estaban ahí por orden de los que dirigían el país. No se sabe nada de los anónimos. Sus nombres, sus cuerpos, ni siquiera sus recuerdos se marcharon del hermetismo norcoreano y que difícilmente podríamos recuperar esas memorias aunque haya sucedido la reunificación en el futuro.
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