En repetidas ocasiones, he escrito en el blog sobre la asfixiante subida de precio de alimentos básicos como el arroz o el maíz pero siempre es sorprendente la tímida reacción de las personas que residen ahí haciendo el régimen creer a los medios extranjeros que el problema de la hambruna está reduciendo sin contrastar datos explicativos de las estadísticas pertenecientes y que el proceso de recuperación económica va por buen camino mediante sus herramientas infalibles de manipulación. A veces se piensa que este método de engaño se utilizó cuando intentaron esconder la realidad aplastante de la gran hambruna que asoló al país durante los mediados de los años 90.
Las ganas de enviar alimentos y materiales de urgencia son tremendas desde diversos puntos del mundo pero la sospecha de la pésima gestión de estas donaciones siempre se acompaña por las antecedentes históricas. Según la conversación con los residentes en el país, en la capital, por cada kilogramo de arroz se ha de pagar unos 1.900 wons cuando hace días eran casi 30% más barato. El maíz también subió un 15% respecto a los días anteriores y la carne de cerdo, un 25%. En Hyeryeong, situado en la provincia de Hamkyung-Norte, el precio de estos productos es incluso mucho más elevado que en Pyongyang. A los habitantes no les quedan otra alternativa que escalar por las montañas en busca de brotes comestibles.
Se empieza a sentir temblores. No del frío ni de la debilidad corporal. Sino del pavor de aquellos desconocidos que cada vez se preocupan con sus destinos. Se oyen que en la frontera cada vez hay más vigilancia y que las balas sobrevuelan en los ríos limítrofes. La angustia no les aparece pero les domina por detrás para que no le vean. El grado de insatisfacción sigue en aumento pero nunca será reflejado en los datos oficiales del régimen. Su apariencia se paga con la desaparición de los inocentes. El silencio es la base de la supervivencia.
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