9 ago 2011

La vida de los vagabundos


  En las comarcas de Cheol-san, Seon-chon y Gwak-san de la provincia de Pyong-an Norte, muchos vagabundos rondan por aquellas zonas en busca de un trabajo, una oportunidad cualquiera o simplemente que alguien les mire y que le salude. Muchos de estos vagabundos provienen de la clase baja y nunca han tenido una vivienda fija. La mayoría viven entre las sombras de los árboles de las playas o en las islas, protegidos con bolsas de plásticos de gran resistencia.

 Para sobrevivir diariamente, los vagabundos cogen mariscos y lo intercambian por dinero o por cierta cantidad de harina de trigo. Pero son las mujeres (las llamadas hae-nyeo) quienes tienen mayor experiencia cogiendo mariscos ya que muchas coreanas, sean del norte o del sur, para salir de la pobreza han tenido que navegar por los mares para alimentar a sus cónyuges y a sus descendientes cuando en la época de posguerra coreana los hombres eran incapaces de encontrar un empleo.

 En la zona de San-gan, también existen vagabundos que intentan tocar la suerte encontrando pepitas de oro ya que esa zona es una de las áreas más concentradas relativamente abruma cantidades de oro en Corea del Norte. Construyen sus propias chozas al lado de las minas de oro y cada madrugada estos vagabundos empiezan a trabajar. Las personas con nula experiencia no consiguen coger ni un gramo de oro pero gente con cierta experiencia consiguen tener 5 o 6 gramos y con eso compran alimentos, vestimentas y con el tiempo, una vivienda para ellos (la primera).

 También existen vagabundos que por cuestiones sentimentales, han compartido cariño y acabaron viviendo juntos. Los hombres cogen pepitas de oro y las mujeres preparan la comida. Se conocen y con el tiempo se quieren. En Corea del Norte, existen miles de familias así, pero sin ser reconocidos como un matrimonio legal. Muchos de ellos, poco a poco, están adquiriendo esa mentalidad de que la “obligación matrimonial” no es necesaria y acaban buscando otras vías de convivencia mutua.

 Por otro lado, existen personas que viven aislados de la sociedad norcoreana anclados en las islas cercanas de las playas del mar del oeste. Aunque pasan el día pescando y cogiendo mariscos, sus vidas parecen ser mucho más tranquilas que las otras. Una vez a la semana o cada diez días, intentan vender los pescados capturados en el mercado local. Una vez terminado la jornada, hacen sus compras semanales y de nuevo, se dirigen a la isla. 

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