La pronta y adecuada solución respecto al maltrato físico y psicológico hacia las mujeres en Corea del Norte se resiste frente a la tradición de la opresión cotidiana del hombre en el país. Sus deseos de ecuanimidad son ignoradas por el órgano judicial del régimen norcoreano levantando la mano de ventaja a aquellos que esconden sus rostros después de cometer un acto de cobardía. En caso de que sucediera actos espontáneos como pedir el divorcio o cometer un homicidio involuntario en defensa propia, la administración judicial siempre oye a los compañeros sentimentales que a ellas.
Una señora que es ama de casa en la capital del país nos cuenta su historia bajo el apellido ficticio Ri. Ella venía de una familia adinerada y se casó hace doce años con un corriente comerciante teniendo una hija en común. El cónyuge, gracias a la fortuna del padre de Ri, supo iniciar un negocio de intercambio de divisas y prontamente sus ganancias aumentaron vertiginosamente. Pero sus beneficios también fueron acompañados de rumores de adulterio por parte del marido que Ri, inquieta, tuvo que iniciar una investigación por si sola. Descubrió que había adquirido un apartamento como regalo a una amante suyo que se quedó embarazada. La indignación era inmediata. Quería pedir una explicación a su esposo y a su amante pero fue humillada y maltratada físicamente bajo el testigo de su pequeña hija.
Además de las historias personales, existe en Corea del Norte el desconocido pero expandido suceso de tráfico de mujeres que cruzan la frontera con la intención de dar mejor condición de vida a sus hijos. Tienen grave riesgo de ser maltratada, violada y obligada a ejercer la prostitución en las ciudades chinas cercanas en la frontera. Sus constantes denuncias son inservibles en una sociedad donde las mujeres de clase obrera son tratadas como ciudadanos de segunda clase y en el peor de los casos, en mercancías. Los pérfidos intentan escapar de sus determinaciones con la compañía del alcohol y de la mujer en cantinas clandestinas que existen en todo el territorio norcoreano. Sus miradas alevosas, fruto de doctrina propagandística del régimen norcoreano a lo largo de las décadas, no comprenden el término dignidad. Lastimosamente, sus almas enfermas tardarán en reaccionar y recapacitar de sus errores.
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