Ellos habían impuesto normas durante décadas, desde que comienzo la época del armisticio, que se basaba en prohibir todo lo que era contrario a la ideología socialista. Uno de los mejores ejemplos sería eliminar y evitar la importación de productos hechos en Estados Unidos o Corea del Sur. Así benefició de forma total a los chinos y parcialmente a los japoneses ya que con este último país hubo sus conflictos diplomáticos por los secuestros masivos de ciudadanos de dicha nación en los años sesenta y setenta cuyos dolores pretéritos aún siguen sin ser cicatrizadas.
Y los habitantes no han tenido más remedio que obedecer dichas normas. La autosuficiencia se convirtió en su herramienta primeriza para sobrevivir a diario hasta que con la llegada previsible de la hambruna de los años noventa, el juego del mercado local entró en escena. Esto era lo que hacía las personas corrientes mientras que la élite política del país empezaron sin que nadie se enterara, a importar objetos de lujo o alimentos provenientes de sus países más enemigos tras valorar, con los años, la calidad que presentaba con los años. Especialmente de Corea del Sur, traían para las mujeres de los militares, perfumes y cremas para el cuidado de la piel.
Es curioso prohibir tener productos de países que tanto se enemistan mientras que ellos lo disfrutan en secreto. Y los que escapan del país conocen dicha verdad cuando pisan terceros países. La impotencia y la abstención de la lógica hacen que sientan la rabia. Esa realidad aún sigue vigente en el territorio norcoreano y los que están dentro desconocen esos actos o algunos que sí llegan a conocer la verdad hacen como que no saben para no arriesgar sus vidas y la de sus familiares. Pero la situación es difícil y no tienen más remedio que cruzar la frontera por la noche.