Todos sus testimonios tienen algo en común. El reparto diario de alimentos es minúsculo en los campos de "reeducación" distribuido en todo el país que pocos días después sus masas corporales se reducen drásticamente hasta quedarse pálidos sin poder andar por los pasillos por una misma dirección. La partición de comestibles no es equitativa en un campo u otro. Se levantan sin que le proporcionen el desayuno y la comida consiste en cinco bolas de patatas duras de masticar que cada uno tiene forma de una uña. Para engañar el hambre lo chupan hasta que se queden sin el volumen original de la verdura. Y cenan sopas de hojas de rábano seco cuyo olor no es muy agradable debido a su mala conservación en los altillos donde se guardan todos los alimentos.
Al no poder aguantar el agotamiento, durante el descanso que raramente se les proporciona, corren hacia el corral cercano a observar si los animales como cerdos o vacas habían expulsado sus excrementos para poder ingerirlos en su parcialidad. Si son descubiertos, no se librarán del apaleamiento por parte de los guardianes que en su mayoría son jóvenes y que podrían ser sus hijos. Aguantan el dolor con el estómago vacío y angustiados, descansan en sus celdas hasta que algunos padecen infecciones relacionado con la hemorragia y otros consiguen sobrevivir. Mientras ellos agonizan, los insultos de los vigilantes van en aumento hacia ellos. Durante todas las noches. Ojala que todo esto fuese una mentira o una pesadilla pero desgraciadamente esto es real. Y ocurre en este instante.
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