El decreto americano North Korean Human Right Act se empezó a gestionar por la administración gobernante en el año 2004 con una importante celeridad: la presentación de la ley se produjo en marzo, fue aprobado por la Cámara Baja estadounidense a finales de julio del mismo año, fue aprobado por la Cámara Alta a finales de septiembre y el proceso se culminó con la firma del presidente Bush en el decreto el día 18 de octubre. Siete meses fueron suficientes para Estados Unidos para asegurar la garantía conveniente de los derechos humanos y dar así, un pequeño salto de júbilo para los residentes norcoreanos en Estados Unidos.
El decreto habla de la garantía de estatus de refugiado de los ciudadanos de Corea del Norte en caso de llegar al territorio norteamericano, orientación y apoyo a todos los que son concedidos el estatus del refugiado y el derecho de igualdad ciudadana que se puede ejercer en la sociedad estadounidense. Además a partir del año 2005 se aprobó un presupuesto de veinticuatro millones de dólares anualmente para informar de la situación de los derechos humanos en Corea del Norte, dar un "empujón" económico a todos los norcoreanos recién llegados al país y el mantenimiento de la estación radio "Free Asia" y "Voice of America" para especificar la realidad de la sociedad norcoreana. Es ciertamente respetable la decisión del estado norteamericano en este aspecto ya que fueron intensamente criticados por las acciones de su política exterior y podía ser un modo de lavar su "imagen". Pero cabe recordar que este decreto también pudo haberse actuado rápidamente ya que la Administración Bush consideraba a Corea del Norte como países del "Eje del Mal", aunque se sacó de aquella expresión en octubre de 2008.
Aunque Canadá no ha iniciado aún un proceso inicial de dicho decreto, se podría decir que es uno de los pocos países que abarca el tema de los derechos humanos en Corea del Norte con firmeza y que las reuniones y su posterior discusión entre los activistas y refugiados son numerosas y llevaderas en diversas ciudades del país. Aunque muchos son quienes quieren de alguna manera "olvidar" de manera perpetua su pasado monstruoso en su país de origen, pocos se atreven a dar la cara y contar sus historias. Mientras los disidentes del régimen exponen el problema de Corea de Norte de forma ocasional en el Parlamento canadiense, otros (incluso los propios canadienses) discuten con sus recién estrenados amigos norcoreanos activamente sobre el tema. La sociedad canadiense, de muchas maneras, ha demostrado ser una de esas pocas sociedades preocupados por causas que merece la pena batallar.
Nota: Era sorprendente durante mi estancia en Canadá a ciudadanos canadienses poner interés en el tema de Corea del Norte y su situación. Alrededor de 200 norcoreanos viven en la ciudad de Toronto, la ciudad más grande del país.