Parece que pueden notar ustedes mi gusto de repetir el caso de Rumanía durante la época de Ceaucescu. Pero esta vez no trato de criticar su personalidad que por una parte sus decisiones estaban, en su mayor parte, instruidas por su mujer Elena. Sino de tratar de comparar como toman las decisiones en Asia y Europa respecto a cicatrización del dolor pretérito con el estrago o la conservación de los edificios que sirvieron durante muchos años como escenario de atrocidades que muchos de nuestros antepasados quieren borrar de sus memorias personales. Por ejemplo, el Palacio del Parlamento Rumano es un grotesco edificio que se construyó a base del sufrimiento de los ciudadanos de aquel país europeo. Se barajó demoler para olvidar del pasado en 1990, justo después de la muerte de los Ceaucescu pero dicho sitio aún estaba en construcción que prontamente cambiaron de idea siendo, en la actualidad, el Parlamento, el Senado o el Museo del Parque del Totalitarismo y Realismo Socialista entre otros aspectos.
En Corea del Sur, la invasión japonesa durante 35 años es un recuerdo que todavía sigue causando suplicio entre la población y la prueba de ellos era el edificio gubernamental de Corea que estaba bajo el colonialismo japonés. Dicho edificio se había construido enfrente del Palacio de Gyeongbok-gung como símbolo de imposición de su poderío en la sociedad coreana. Después de la rendición de Japón y la retirada de la península de Corea, se barajó en hacerlo desparecer de manera inmediata. Pero este edificio no se había demolido hasta el año 1995 celebrando el 50 aniversario de la independencia obtenida por la capitulación de Japón. Lo que trato de explicar es como es el funcionamiento en continentes diversos para olvidar del dolor. Uno ha optado en mantenerlo mientras otros en eliminar por completo.
Entonces, ¿que pasará con los edificios gubernamentales cuando las dos Coreas se reúnan o cuando el régimen norcoreano sufra un colapso en algún momento de nuestras vidas? En Corea del Norte hay más de treinta mil estatuas de bronce de altura que alcanza las varias decenas de metro de altura. Pero también habrán pensado en derruir hasta que queden cenizas o cambiar el Palacio de Kumsusan (ver imagen superior) en un museo para recordar las atrocidades del régimen norcoreano que causó durante décadas sobre su población civil. Unos refugiados norcoreanos han opinado que se podrían eliminar un 90% de aquellas estatuas y conservar unas pocas como prueba fundamental de la memoria histórica. Otros piensan que olvidar la personalidad de Kim Il-Sung no será una tarea fácil y que llevará algunos años para saber que aquel líder sólo era un hombre que destacaba por tener una gran ambición en el poder. Este tipo de debate no se puede dar el fin a corto plazo sino que sería algo infinito dando como herencia a nuestra futura generación el recuerdo del dolor nuestro y de los que ya se habían ido.