Imagen de Human Rights Watch
Con el sentimiento de culpa intentó regresar a su casa. Pero la noche era muy oscura y las luces de las farolas apenas se encendían que ella deambulaba las mismas calles de manera incontable. No conseguía salir de aquella confusión hasta que unos guardias nocturnos la llamaron para que se identificara. Después se fueron hasta un lugar desconocido para ella. Sin previo aviso. Le quitaron a fuerza los sacos de maíz y la encerraron en un cuarto oscuro. ¿Qué pasa aquí?, preguntó desesperada. Te hemos detenido por el asesinato de tu hijo y vender su carne en el barrio...estarás aquí hasta que digan mis superiores lo que harán contigo.
Desde entonces, nadie sabe sobre la existencia de aquella madre. Algunos apuntan que está encerrado en el campo número 18 y que está obligada a realizar trabajos forzados durante más de doce horas. Su cuerpo también se está debilitando. Apenas puede ingerir el maíz que se reparte a diario y la sopa que se da en la cena no sabe a nada. Quizá este tipo de caso es inusual pero advierten que con la situación que afronta Corea del Norte actualmente estas ocurrencias podrían aumentar si el régimen sigue desoyendo de las peticiones más necesarias de la población.
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