Los lloros de los niños son escuchados y las lágrimas de las niñas son vistos cada vez más en cada rincón de las guarderías de todo Corea del Norte. Cada día, cientos de miles de niños lloran porque el hambre se ha convertido en habituación incesante. Sus caras son cada vez más pálidas y evidencian miradas perdidas. Los madres de estos niños están preocupadas ya que en sus pechos no salen leche, sino sangre. Los padres intentan animarles con una gran sonrisa pero es ineficaz. Los niños lloran. Sólo quieren alimentarse.
En las guarderías norcoreanas, se les dan cada día cuatro raciones de comida. Cada ración tiene que contener, por obligación, 100 gramos para que un/a niño/a tenga suficiente energía. Pero a la hora de la verdad, sólo contiene una cuarta parte de la ración recomendada por falta de alimentos y por falta de ayuda por parte del régimen. Algunas veces son los padres quienes les traen directamente la comida para que los niños no estén hambrientos. En las guarderías, disponen de leche en algunas ocasiones pero los niños que han ingerido estas leches presentan síntomas de diarrea y vómitos ya que carecen sistemas de refrigeración para guardar los lácteos o simplemente son de baja calidad, la mayoría proveniente de China.
Estos niños lloran, escriben, dibujan, corren, caminan, abrazan, juegan, leen, hablan, gritan, y por supuesto, sonríen. Aunque el hambre pueda quitar a estos niños el mayor tesoro; la infancia, estos niños sonríen. Cada día, estos niños ven a sus amigos y sonríen, ven a sus padres y sonríen, ven a sus vecinos y sonríen, ven a las nubes blancas y sonríen, ven a los árboles y sonríen, ven a los animales y sonríen. Las sonrisas de estos niños son eternas, algo que el régimen norcoreano está planteando en desmoronarlo.
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