Todo esto empezó hace exactamente 60 años. Para un coreano, hay una fecha que jamás puede olvidar: 25 de junio de 1950. Era la madrugada de domingo tranquilo. De repente, se oyó miles de bombardeos que obligó a toda la gente sorprendida a coger necesidades imprescindibles e huir por sitios desconocidos. Y así empezó la Guerra de Corea. Mis abuelos, sus vecinos, sus amigos, todos tuvieron que huir hacia un destino anónimo. Se había oído de una pronta guerra, pero nadie hubiera imaginado que esto sucediera tan rápido.
- ¿A donde nos dirigimos? ¿Como nos vamos? ¿Y nuestros hijos?
Esa era la pregunta que todos hacían. Vieron como se quemaban sus casas, sus colegios, su restaurante favorito, el bar donde frecuentaba con sus amigos, la universidad que estaba a punto de entrar...
Mi padre tenía un año cuando empezó la guerra. Me dijo que los abuelos decidieron huir hacia el sur ya que era una zona más segura y que había oído que los americanos y la ONU estaban embarcando por esa zona. Mis abuelos llegaron a la ciudad de Busan y empezaron una nueva vida en un entorno totalmente insólito. Imaginen que mis abuelos hubieran quedado en Seúl a combatir contra los norcoreanos o que hubieran escondido en las montañas situadas afueras de la capital. Seguramente hubieran sido detenido, torturado o asesinado. Yo no hubiera existido, o simplemente formaría 40 años más tarde, en uno de los militares jóvenes pensando en gritar contra el imperialismo y aguantado el frío invierno de Corea deambulando por la frontera.
Y así, el país se dividió en dos. Mientras Corea del Sur empezaba a seguir el modelo americano y desembarcar un proyecto económico que convertiría en uno de los países industrializados del mundo, Corea del Norte, con un régimen indeciso, hizo convertir a su país, en un estado más aislado y opaco del mundo. Existen historias pero casi nadie sabe que es lo que sucede exactamente dentro de Corea del Norte. Pero en todo esto, la verdadera víctima ha sido millones de familias coreanas que fueron separadas de sus seres más queridos.
- Enseguida vuelvo. Ya estaremos juntos otra vez.
Se han repetido tantas veces esta frase. Miles de sueños, miles de ilusiones, miles de proyectos futuros, miles de "te quiero", miles de "¡ya estoy aquí!", miles de "¿que tal el trabajo, cariño?" se han perdido. Miles de familias siguen esperando una buena noticia de su familiar desaparecido. Una y otra vez. Todos los días. Contando los dedos como los niños pequeños.
- ¿A donde nos dirigimos? ¿Como nos vamos? ¿Y nuestros hijos?
Esa era la pregunta que todos hacían. Vieron como se quemaban sus casas, sus colegios, su restaurante favorito, el bar donde frecuentaba con sus amigos, la universidad que estaba a punto de entrar...
Mi padre tenía un año cuando empezó la guerra. Me dijo que los abuelos decidieron huir hacia el sur ya que era una zona más segura y que había oído que los americanos y la ONU estaban embarcando por esa zona. Mis abuelos llegaron a la ciudad de Busan y empezaron una nueva vida en un entorno totalmente insólito. Imaginen que mis abuelos hubieran quedado en Seúl a combatir contra los norcoreanos o que hubieran escondido en las montañas situadas afueras de la capital. Seguramente hubieran sido detenido, torturado o asesinado. Yo no hubiera existido, o simplemente formaría 40 años más tarde, en uno de los militares jóvenes pensando en gritar contra el imperialismo y aguantado el frío invierno de Corea deambulando por la frontera.
Y así, el país se dividió en dos. Mientras Corea del Sur empezaba a seguir el modelo americano y desembarcar un proyecto económico que convertiría en uno de los países industrializados del mundo, Corea del Norte, con un régimen indeciso, hizo convertir a su país, en un estado más aislado y opaco del mundo. Existen historias pero casi nadie sabe que es lo que sucede exactamente dentro de Corea del Norte. Pero en todo esto, la verdadera víctima ha sido millones de familias coreanas que fueron separadas de sus seres más queridos.
- Enseguida vuelvo. Ya estaremos juntos otra vez.
Se han repetido tantas veces esta frase. Miles de sueños, miles de ilusiones, miles de proyectos futuros, miles de "te quiero", miles de "¡ya estoy aquí!", miles de "¿que tal el trabajo, cariño?" se han perdido. Miles de familias siguen esperando una buena noticia de su familiar desaparecido. Una y otra vez. Todos los días. Contando los dedos como los niños pequeños.
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