Kim Jeong-Uk
Robert Park
Los cristianos coreanos o quienes son de ascendencia coreana, en su mayoría, han tenido una misión: entrar en el país más ateo del mundo y mediante la biblia, dar a conocer la palabra de Dios. Y sus esfuerzos dieron sus pequeños frutos. Cientos de miles de creyentes clandestinos que, una vez o dos veces a la semana, se reúnen a estudiar los escritos de la biblia. Su devoción es inmensa y a la vez sorprendente comparando con los que están fuera de Corea del Norte. Consiguen saber, de memoria, los 66 libros que componen la biblia pero dicha práctica está fuertemente restringida en el país y al ser descubiertos, la condena (asegurada) es de la pena capital.
El pastor evangélico Kim Jeong-Uk fue detenido en octubre de 2013 cuando entró de forma ilegal a Corea del Norte y hasta hace unos días, la noticia no era relevante hasta que fue condenado por el tribunal militar a realizar trabajos forzosos de manera perpetua tras evitar el fusilamiento con la autoinculpación. El régimen norcoreano siempre había manifestado ante la ONU que la libertad religiosa estaba garantizada pero a la vez esquivando cuestiones incómodas sobre las prácticas religiosas a escondidas que son ajenas a la adulación a sus anteriores líderes. El gobierno surcoreano exclamó la devolución inmediata de su ciudadano pero parece que no habría buenas noticias debido a la mala relación que hay entre ambos países.
Pero de repente, una pregunta me surge. ¿Por qué el misionero Kim ha cruzado la frontera sabiendo que iba a tener consecuencias negativas pero previsibles? Algunos pensarían que podría ser por aquel afán del protagonismo y otros por hacer una buena labor religiosa arriesgando su identidad. Esto me hace recordar del caso de Robert Park, un misionero religioso estadounidense de ascendencia coreana que tras seguir con el activismo contra la violación de derechos humanos en Corea del Norte, decidió cruzar la frontera el día 25 de diciembre de 2009 para clamar libertad en el territorio norcoreano. Su arresto fue inmediato y fue víctimas de torturas de índole sexual que trajo consecuencias psicológicas muy graves. Gracias a la diplomacia de la Casa Blanca fue liberado 43 días después de su entrada al país.
Durante largos meses, él no podía decir nada. Evitaba comer o incluso, relacionarse con la gente. Prefería estar solo y pasaba días llorando en su habitación por lo que había pasado ahí. Puede que su acto sea de buena voluntad pero, desde mi punto de vista, lo que ha hecho puede que no sea del todo adecuado sabiendo lo que podía pasar ahí dentro. No creo que sea una forma precisa para realizar sus actividades religiosas y que su afán de protagonismo le acarreó graves consecuencias en su vida personal y profesional. Para mencionar a los valientes, en China, existen miles de jóvenes y adultos que prestan su tiempo para dar asistencia a los refugiados norcoreanos y sus labores merecen un aplauso. Esto es lo que pueden hacer por ahora. Para hacer algo en el interior del país, toca esperar. Hasta que caiga la élite política del régimen.
El pastor evangélico Kim Jeong-Uk fue detenido en octubre de 2013 cuando entró de forma ilegal a Corea del Norte y hasta hace unos días, la noticia no era relevante hasta que fue condenado por el tribunal militar a realizar trabajos forzosos de manera perpetua tras evitar el fusilamiento con la autoinculpación. El régimen norcoreano siempre había manifestado ante la ONU que la libertad religiosa estaba garantizada pero a la vez esquivando cuestiones incómodas sobre las prácticas religiosas a escondidas que son ajenas a la adulación a sus anteriores líderes. El gobierno surcoreano exclamó la devolución inmediata de su ciudadano pero parece que no habría buenas noticias debido a la mala relación que hay entre ambos países.
Pero de repente, una pregunta me surge. ¿Por qué el misionero Kim ha cruzado la frontera sabiendo que iba a tener consecuencias negativas pero previsibles? Algunos pensarían que podría ser por aquel afán del protagonismo y otros por hacer una buena labor religiosa arriesgando su identidad. Esto me hace recordar del caso de Robert Park, un misionero religioso estadounidense de ascendencia coreana que tras seguir con el activismo contra la violación de derechos humanos en Corea del Norte, decidió cruzar la frontera el día 25 de diciembre de 2009 para clamar libertad en el territorio norcoreano. Su arresto fue inmediato y fue víctimas de torturas de índole sexual que trajo consecuencias psicológicas muy graves. Gracias a la diplomacia de la Casa Blanca fue liberado 43 días después de su entrada al país.
Durante largos meses, él no podía decir nada. Evitaba comer o incluso, relacionarse con la gente. Prefería estar solo y pasaba días llorando en su habitación por lo que había pasado ahí. Puede que su acto sea de buena voluntad pero, desde mi punto de vista, lo que ha hecho puede que no sea del todo adecuado sabiendo lo que podía pasar ahí dentro. No creo que sea una forma precisa para realizar sus actividades religiosas y que su afán de protagonismo le acarreó graves consecuencias en su vida personal y profesional. Para mencionar a los valientes, en China, existen miles de jóvenes y adultos que prestan su tiempo para dar asistencia a los refugiados norcoreanos y sus labores merecen un aplauso. Esto es lo que pueden hacer por ahora. Para hacer algo en el interior del país, toca esperar. Hasta que caiga la élite política del régimen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario