Él llevaba un poco más de siete años en una tierra que se consideraba aún extranjera. Y a veces, en la intemperie. Cuando llegó por primera vez a aquel país, no hablaba más que su idioma natal. Era un hombre callado y si algunos intentaban conversar con él, movía las manos bruscamente para evitarla. Para no causar incomodad. Caminaba solo. Comía solo. Trabajaba con sus compañeros de origen chino pero se sentía solo. Conseguía trabajos puntuales en los grandes almacenes que regentaban los chinos a las afueras de las grandes ciudades. Viajaba de un sitio a otro. De ciudades pequeñas a las grandes. Si no convivía en las habitaciones compartidas facilitadas por los jefes, pasaba durante horas en autobuses.
Aprendió la palabra "ahorro" pero su práctica no era fácil cuando vio que los gastos, a veces urgentes, se disparaban. A pesar de estar varios años en el país, la soledad no paraba de alejarse de su vida actual. Le preguntó un día un compañero: ¿Y porqué no tratas de buscar algo mejor?, ¿Cómo? Si no puedo. Me paso todos los días, domingos incluidos, trabajando durante más de doce horas diarias. Por supuesto que prefiero tener algo de libertad a nivel personal pero no es fácil. Vivo acorralado para que el hambre no me atrape. Aunque esté lejos de Corea del Norte. Este es un mundo interesante y trato de acostumbrar lo más rápido posible pero no es una tarea fácil. Necesito más tiempo para establecerme. Quizá algunos años más. Mientra tanto, esto es lo que hay. Sigo buscando oportunidades donde las haya...
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