Imagen del canal surcoreano SBS
Parece que en estas últimas semanas sopla un aire de inmensa positividad relacionado con Corea del Norte y eso se refleja en los medios de comunicación, sean de habla coreana o extranjera. Los dos líderes de Corea se reúnen en Pyongyang bajo la aparente bienvenida fervorosa de los habitantes de la capital norcoreana. Todo parece estable. Tanto que algunos muestran optimistas incluso más que la reunión que tuvieron hace 18 años el padre de Kim y Kim Dae-jung. Flores, sonrisas y apretones de manos que da paso al dejá vu. Es posible que los acontecimientos recientes pongan a la comunidad internacional en entereza pero hay promesas que aún siguen sin cumplirse y asuntos que parecen caer en el olvido a raíz de este júbilo.
En la hemeroteca actual que hemos sido testigos de manera indirecta, los tres países protagonistas (Corea del Norte, Corea del Sur y Estados Unidos) han firmado acuerdos para dar paso contra la desnuclearización en la zona peninsular. Documentos que son aprobados bajo la atenta mirada de los flashes que explotan el momento histórico. Y la comunidad internacional, de forma automática, emite una pizca de animación. Sin embargo, esos avances están yendo a pasos demasiado pausados ya que existe desacuerdos anímicos ya que muchos están de acuerdo (sobre todo, entre los estudiosos de la temática) que el régimen norcoreano no abandonaría tan fácilmente sus posesiones nucleares porque es la causa principal que les han mantenido hasta ahora. Sobre todo, meses después de los encuentros, aún Corea del Norte sigue sin dar acceso a los observadores internacionales relacionado con la energía atómica para ver cómo se desmontan las instalaciones.
Y quizá sea yo insistente con el siguiente tema, pero parece que el mundo está olvidando los aspectos graves de la violación de derechos humanos en Corea del Norte. Estos días, cuando se refleja el país, solamente es visto los aspectos coloridos de la capital. Sin embargo, ¿qué ocurre realmente entre la población a decenas o cientos de kilómetros de la capital? ¿Los campos de concentración para prisioneros políticos? ¿Y cómo es la vida de los norcoreanos en la zona rural? ¿Se sigue restringiendo el acceso de los adultos al mercado callejero? Estas preguntas no están siendo reflejados en los medios actuales. Solamente alguna puntualización relacionada con el tema en la ONU y en algunos medios, pero sin mucha visibilidad. Me preocupa realmente que las cuestiones reales sobre los derechos humanos tengan un futuro grisáceo. Pero da la casualidad de que, si se habla de este asunto espinoso para el régimen norcoreano, la inmensa alegría del momento se esfumará de un día para otro. Estamos eligiendo si seguir la espuma de la prosperidad o discutir de los males que el régimen quiere mantener. Y parece que la inmensa mayoría ha elegido la primera opción.
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