Mientras en los acuerdos que hemos visto este año, en concreto, el día 27 de abril con Corea del Sur y el día 12 de junio con Estados Unidos, se habla sobre mantener la estabilidad en la península intentando poner fin al avance de pruebas nucleares en diversas zonas de Corea del Norte pero no de un aspecto que se está aparcando pero que no debe ser secundario como eliminar la violación de derechos humanos en aquel territorio. Quizá hoy sea un día de decepción para los estudiosos de la temática cuando Tomás Quintana, relator especial de las Naciones Unidas sobre este asunto nos haya dado esta noticia tan lamentable. Y, sobre todo, esto demuestra el acto de cinismo de Donald Trump como su rol del presidente de los Estados Unidos que hace un año invitaba a los refugiados norcoreanos al Congreso y este año, dicha promesa de discutir sobre los derechos humanos en Corea del Norte sea una cuestión omitida.
Desde la muerte de Kim Jong-Il en diciembre de 2012 y con el control abusivo dirigido por su hijo en la zona fronteriza entre China y Corea del Norte, muchos pensarán que el número de los desertores que han llegado a Corea del Sur puede que reduzca, pero se destaca que cada año superan los millares. En 2013, han sido en total 1.514 personas (76% fueron mujeres) que llegaron a Seúl. En 2014, 1.397 personas (78% mujeres). En 2015, 1.275 personas (80% mujeres). En 2016, 1.418 personas (79% mujeres). Y, por último, el año pasado, el número ha descendido hasta 1.127 personas siendo un 83% mujeres. Pensarán que, con el último dato, la economía norcoreana está en proceso de mejora y eso se refleja en las estadísticas. Lo importante es que la diferencia del estilo de vida entre Pyongyang y otras zonas del país es desmedida, algo que la investigación cualitativa no sea fiable.
Si casi un 80% son mujeres, sin contar de la cantidad de personas de origen norcoreano que estarían por el territorio chino, más de la mitad de los refugiados norcoreanos tienen un rango entre 20 a 40 años y la mayoría vienen de la provincia norte de Hamkyung, la zona más cercana con China y que el río Tumen sigue siendo el único camino para cruzar la frontera por las noches. Estos datos puede que sean un resumen de lo que sigo investigado a lo largo de estas semanas, pero, por desgracia, no es un asunto discutible en los acuerdos que se mediatizan por la prensa. Porque entonces, mi insistencia para poder hablar de reducir el dolor de estas víctimas de torturas sistemáticas del régimen traería un soplo de aire con carácter negativo y me tacharían de cenizo y que soy capaz de restar importancia a la inmensa burbuja de felicidad que rodea la península de Corea en estos momentos.
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