5 nov 2011

Nosotros somos los ricos, ellos son los pobres


 Cada año, el régimen se dirige a su público reafirmando que Corea del Norte es una de las naciones más ricas del mundo y que la productividad aumenta, mientras que en Corea del Sur el hambre y la desigualdad son los que dominan. Y dicen que el "imperialismo" es el mal que pronto tendrá que ser extinguido. El régimen, para demostrar el mal del "imperialismo" convoca a todas los ciudadanos para un desfile militar anual y los habitantes deben responder con una sonrisa forzada. El color rojo inunda las ciudades y los habitantes, aunque la inmensa mayoría no quieran hacerlo, deben preparar la fiesta anual. 

 Corea del Sur ha experimentado un aumento espectacular económico gracias al fomento de la industria y la capacidad de los habitantes de investigar y reinventar productos innovadores. Y el régimen norcoreano lo sabe, pero su deber es maquillar los datos y exponer ideas equivocadas. Una vez dijo Kim Il Sung a un medio occidental durante los años 60 que Corea del Sur jamás superará a su país en todos los aspectos. Décadas más tarde, fue él quien se tragó sus propias palabras pero para que sus habitantes no supieran sus declaraciones precipitadas, el control hacia sus habitantes aumentó. 

 Cuando Corea del Norte presume exageradamente que es una de los países más ricos del mundo, uno se pregunta: ¿entonces porque hay tantos secretos y no es facilitado los datos? ¿Porque no envía sus estadísticas oficiales a PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo)? ¿Porque en los libros, cuando uno quiere buscar datos oficiales de Corea del Norte, sólo aparece la frase "Sin datos"? ¿Son temidos ante la crítica constructiva de las Naciones Unidas, organismo que forma parte desde el año 1991, al observar los datos? Hay demasiadas preguntas que el régimen tendrá que contestar. 

 Los desertores norcoreanos, al pisar el territorio de Corea del Sur, se quedan anonadados de tantos rascacielos, de tantas movilidades y de tantas personas bien alimentadas y enérgicas. Siempre habían oído que los surcoreanos estaban hambrientos y que los niños rompían bolsas de basura para intentar encontrar algo de comida. Cuando la perspectiva es totalmente inversa, los ya convertidos refugiados y posteriormente surcoreanos, se exclaman: ¡Hemos estado décadas engañados de forma abismal por el régimen y por los Kim! 

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