Cuando el reparto de alimentos fue suspendido por la grave crisis económica interna, muchos de los habitantes han tenido que vender pertenencias como sus recuerdos más personales y familiares para no morir de hambre. Incluso tenían que comer pastos marrones secos para que sus estómagos no sintieran dolores constantes por consecuencia del hambre. La tasa de desempleo aumentaba año tras año y en las ciudades estaban llenos de jóvenes y no jóvenes en busca de una oportunidad cada día. Por la carencia de esas oportunidades muchos han decidido abandonar el país y cruzar las fronteras: por China o por Corea del Sur.
Muchas familias han tenido que separarse y la mayoría no han podido reencontrarse. Muchos han cruzado las fronteras esquivando los férreos controles del régimen norcoreano nadando el río Tumen o corriendo sin parar hasta llegar a su destino desconocido. Muchos han sido detenidos sólo por ser familiares de los desplazados que han cruzado la frontera de forma ilegal. Estos familiares están encerrados en campos de concentración trabajando en condiciones inimaginables durante interminables horas diariamente por formar parte de los que "traicionan gravemente a nuestra nación". En aquellas fronteras hay miles de historias de gente que merecen ser escuchadas.
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