En coreano hay un término que se utiliza frecuentemente pero que identifica a la sociedad de ambas Coreas: el síndrome Galápagos. Una noción que explica la autarquía de un determinado país insistiendo su propio sistema o modo de vivir desviando el criterio que sigue la comunidad internacional. Es un concepto que se ha aplicado, hasta ahora, en aspectos tecnológicos y económicos. Los países que más padecen este síndrome son Japón y, de cierta manera, Corea del Sur. Los ejemplos que se podría mencionar son, en caso de Japón, el sistema de telecomunicaciones, el uso de fax y de tarjeta bancaria que tienen sistema propio y cerrado. Mientras que en el caso de Corea del Sur podría ser los usos múltiples de plugins para activar la seguridad en una página web o el uso habitual de Hangeul (procesador de texto) cuando en el exterior se utiliza el Microsoft Word.
Pero este concepto se puede aplicarse más allá de los aspectos tecnológicos y económicos. Es decir, también en la figura política. Y el ejemplo claro es Corea del Norte. Sabemos que esta semana el régimen ha lanzado un cohete, que muy posiblemente puede ser reutilizado como un misil, y que condujo a la condena casi unánime de la comunidad internacional. Especialmente me llama la atención la reacción de China que ha mostrado un cambio de actitud (distante) después de la supuesta prueba de la bomba de hidrógeno que anunció el régimen. Y el lanzamiento de la Kwangmyeongseong 4 ha sido la gota que ha colmado el vaso para que el Ministerio de Asuntos Exteriores chino criticara de manera oficial y firme dicha acción, algo que era impensable hace una década.
Kim Jong-eun ha heredado de su abuelo el hecho de sentirse asolado del resto del mundo. Y Juche es la prueba contundente. Él camina solo pero se siente orgulloso de sus acciones que para él se supone que son correctos pero para el resto de los mortales no. La Naciones Unidas presentó hace algunos meses un informe demoledor que urge la necesidad de asistir a más de 2,2 millones de personas que padecen una desnutrición severa y que tristemente podría ser un dejavú de la hambruna de los años noventa. Pero al joven mandatario norcoreano lo importante es el aspecto militar, tratando de emular las "hazañas" de su abuelo. Él sigue caminando solo. Y para esquivar las inseguridades suyas, utiliza la purga, los lanzamientos y pruebas de objetos armamentísticos de gran peligro. Pensando que lo suyo es el camino correcto.
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