Hace quince días que ya había finalizado el Mundial de fútbol femenino en Canadá y el equipo todopoderoso japonés no ha podido defender el título en la final ante su rival estadounidense. Pero la noticia no es esa. Sino la ausencia del omnipresente conjunto norcoreano en la cita que no falla desde 1999. No es porque el equipo Chollima (su nombre oficial) haya tenido una mala racha durante el proceso de calificación en la zona asiática sino que fueron castigados a la no participación en este encuentro porque dos jugadoras, Song y Jong, fallaron sus test anti-doping después del partido contra Colombia en 2011. Además, tres jugadores más del grupo han dado positivo en las mismas pruebas cinco días después que afectó al equipo entero y fueron multados con 400.000 dólares, la cantidad exacta de su premio por haber sido decimotercera hace cuatro años.
Recuerdo que cuando el régimen norcoreano empezó con el proyecto, desde principios del año 2000, de elevar a su equipo de fútbol femenino en el puesto más alto posible de la zona continental y de ahí a la lucha del podio mundial. Eran jóvenes que lograron resultados más que satisfactorios durante una década. Pero yo me había fijado en sus rostros. Resaltaban inocencia y naturalidad en sus expresiones o cuando celebraba un gol. Eso ocurre casi en todas las mujeres norcoreanos que, a excepción de las cónyuges de la élite política del país, siguen desconociendo la palabra cambio estética en sus caras.
Mientras que he oído la conversación de algunas mujeres norcoreanas que residen en Seúl y con el tiempo, se han acostumbrado a decir las mismas frases que las surcoreanas obsesionadas con la cirugía estética. Más de una había dicho y lo he oído: "¿Y si pongo un poquito de botox para reducir las arrugas?", "¿Dónde?", "En las patas de gallo..." "¿Cuánto costaría?", "No mucho...ahora suelen hacer bastantes descuentos si frecuentas varias veces a las clínicas". Me había conmocionado con los carteles publicitarios en sitios públicos que incluyen fotos de antes y después de personas que se habían sometido a esas operaciones y que está en auge la superficialidad en capital surcoreana. Y para los norcoreanos, seguir el ritmo de vida frenético en el país de "abajo", quizá sea la manera de que no les observen por su belleza natural y de hablar términos como "ojos grandes", "caras pequeñas" o "toxina botulínica" sea tristemente la forma de alcanzar la adaptación plena en una sociedad relativamente nueva para ellos.
Nota: A partir de hoy, escribiré una columna diaria (de lunes a sábado) en el portal Blasting News sobre Corea del Norte.
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