28 sept 2013

Solamente 1 de cada 10


 Los datos estimados de desertores norcoreanos que están en China son de 200.000 personas. El desplazamiento ha sido masivo desde aquella hambruna de los mediados de los años 90. Miles de adultos y niños cruzaron los ríos Yalu y Tumen con el intento de obtener una mínima cantidad de dinero o en busca de algún medicamento para un familiar enfermo de gripe. Pero una vez llegado al suelo chino, el regreso no ha sido fácil. La decisión del régimen de encarcelar o ejecutar a los que escaparon hace que la separación de las familias se produzca y que la mayoría tenga que vagabundear por tierras chinas. Algunos consiguen matrimonio con los nativos mientras otros captan por la televisión como es Corea del Sur. De ahí, siembran las dudas: ¿Acaso Corea del Sur no era un país pobre?

 Tardan en asimilar durante semanas la mentira que había contado la élite política de hasta ahora el país enemigo junto a los Estados Unidos. Y la decisión está hecha. Tratan de localizar a los intermediarios para intentar llegar a Corea del Sur. Existen varias vías. Recorriendo todo el territorio rojo hasta llegar a Sudeste Asiático. Unos van a Cambodia y otros a Tailandia. Otros tratan de ser descubiertos por los militares mongoles en el desierto de Gobi para que luego puedan ser trasladados a Ulan Bator en la embajada de Corea del Sur. También existen quienes desconocen la existencia de los intermediarios y asaltan por las embajadas o consulados extranjeros en las ciudades chinas con el fin de obtener protección parcial para luego intentar llegar a terceros países. Mayormente, Corea del Sur. 

 Casi 15 años han pasado desde la salida masiva de Corea del Norte. Hasta ahora, según los datos del Ministerio de Reunificación, unos 25.000 norcoreanos tratan de adaptarse a la vida surcoreana. Los comienzos son difíciles. Barreras lingüísticas y sociales. Esa cifra solamente pertenece a una décima parte de los norcoreanos que aún tratan de conseguir el sueño de pisar Corea del Sur. Quizá los que ya están en el país no hubieran podido llegar sin la ayuda de personas anónimas, misioneros evangélicos y activistas de derechos humanos. Los ayudantes creen que aún hay mucho trabajo por delante y que no pararían hasta que hayan rescatado a los que siguen recorriendo en busca de la libertad. 

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